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El emergente concepto de ciudades inteligentes (o Smart City), aunque sujeto a constante revisión, ha irrumpido con fuerza en escenarios de todo el mundo. Son muchas las ciudades que ya han puesto en marcha hojas de ruta para la digitalización de su núcleo urbano, con el fin de dar respuesta a las nuevas necesidades básicas de instituciones, empresas y de los propios ciudadanos, tanto en el entorno económico, como en el social y ambiental.
Entre las iniciativas desarrolladas destacan el caso de Hamburgo; la ciudad de Barcelona, convertida ya en un referente internacional en términos de smart cities o el proyecto Sidewalk Toronto, un caso único que prevé la construcción de un barrio inteligente y visionario de 325 hectáreas a orillas del lago Ontario.
También México es un buen ejemplo de la implementación de nuevos recursos inteligentes para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. “La primeras concreciones, próximas y reales de ciudad inteligente (SMART) las tuvimos hace unos años con Barcelona.
Al calor del Instituto Municipal de Informática, bajo la dirección del tarragoní Manel Sanroma, Smart City Director en NEOM, se articuló un discurso de ciudad que superaba la sensorización de servicios municipales, para empezar a hablar de una gran plataforma digital capaz de integrar y cruzar transversalmente la infinitud de datos que genera una ciudad, sus habitantes y visitantes”, explica Santiago Castellà, experto nacional en ciudades inteligentes y Director del Máster Internacional Smart City Manager en Zigurat.
Teniendo en cuenta su transformación y progreso, podríamos decir que las ciudades inteligentes han vivido, en menos de una década, cuatro grandes etapas, en el siguiente orden:
La revolución SMART -democrática, energética y ambiental- hace que hoy en día ninguna ciudad pueda quedarse al margen de iniciar su transición hacia la digitalización. Y es incuestionable. Conceptos como el Big Data, el Open Data, el Internet of Things son ya una realidad, como también lo son la integración de la eficiencia energética de edificios e instalaciones y la movilidad sostenible, que hacen de la idea SMART una realidad indiscutible.
Los cambios de gobierno en el Ayuntamiento de Barcelona suponían, para alguno, una amenaza para el proyecto de Smart Cities de la ciudad condal. Sin embargo, está ocurriendo todo lo contrario, ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia son miembros activos de una Red Española de Ciudades Inteligentes presidida, hoy en día, por la alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat.
Sin lugar a dudas, Barcelona sigue siendo, quizás más que nunca, un referente global de ciudad inteligente. Uno de los documentos estratégicos a nivel nacional es la Agenda Urbana Española el cual, de conformidad con los criterios establecidos por la Agenda 2030, la Nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas y la Agenda Urbana para la Unión Europea persigue el logro de la sostenibilidad en las políticas de desarrollo urbano. La Agenda Urbana Española constituye, además, un método de trabajo y un proceso para todos los actores, públicos y privados, que intervienen en las ciudades y que buscan un desarrollo equitativo, justo y sostenible desde sus distintos campos de actuación.
Si bien es cierto que no se han establecido unas políticas urbanas a nivel europeo per se, debemos destacar la existencia de la estrategia Europa 2020, una iniciativa que promueve las ciudades inteligentes en todo el continente a través de inversiones en nuevas tecnologías para el crecimiento del capital humano y en soluciones que aprovechen las oportunidades relacionadas con la digitalización.
Todo ello “con el fin de mejorar la sostenibilidad y la calidad de vida y de trabajo de los ciudadanos y empresas; aumentar la eficiencia y la accesibilidad de los servicios; reducir la pobreza, la desocupación, la exclusión social y la contaminación del medio ambiente”, en palabras de los miembros de la organización. Además, iniciativas como JESSICA (Joint European Support for Sustainable Investment in City Areas) de la Comisión, en cooperación con el European Investment Bank (EIB) y el Council of Europe Development Bank (CEB), son esenciales para la inversión sostenible en las áreas urbanas europeas, permitiendo a los Estados Miembros utilizar una parte de las ayudas de la UE (los denominados Fondos Estructurales) para realizar inversiones reembolsables en el ámbito urbano.
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