Abril 2018; después del incendio empieza la reconstrucción de Notre-Dame, que está previsto que dure 15 años. Sin embargo, el incendio de la estructura de la cubierta de la catedral pone en evidencia una serie importante de fallos en cadena.
En primer lugar una débil protección de Seguridad, que está delegada en tres agentes diferentes:
Por un lado, una empresa privada que en caso de alarma está encargada de ponerlo en conocimiento a los responsables de la diócesis. Esta gestión digitalizada alerta, pues, a un segundo agente. Aunque si se trata de las torres que dan a la plaza de entrada, el aviso se tiene que dar al encargado del ministerio de Cultura, quien hace un informe sobre el incidente.
La noche del incendio, el primer aviso lo realizó alguien que no conocía bien la planta de la catedral y envió a los bomberos bajo la sacristía, cuando el fuego se había declarado bajo la “flecha”. En ese momento el fuego ya se había propagado.
La cantidad de polvo de plomo que, de manera incandescente se mezcló con el humo, hasta el 18 de julio no se pudo examinar con detalle, llegando a medir cantidades de 540.000 et 1 300 000 µg/m², cuando lo máximo autorizado es de 5 000 µg/m2. De todos modos existe un vacío legal sobre la cantidad de polvo de plomo en suspensión, con lo cual es difícil aplicar una normativa legal.
La gran cantidad de plomo acumulado retrasó el inicio de las obras hasta finales del verano de 2019, con el fin de asegurar los trabajos sobre la estructura. Por otro lado, la cantidad de agua que se vertió para apagar el incendio, hizo que en aquellas fechas la catedral no estuviera seca del todo, provocando que ciertas piedras se desprendieran por retracción.
Medición de las concentraciones de plomo alrededor de la catedral. Fuente: Robin des Bois
Al empezar las obras, se detectaron en las bóvedas hundimientos de hasta 6 centímetros, comprobándose que alguna tribuna se desintegraba por las altas temperaturas sufridas. Por tanto, antes de empezar las obras de reconstrucción se arriostraron los elementos más comprometidos, a la espera del secado total del suelo, para colocar las cimbras bajo la Flecha. Esta fase de estabilización de la estructura dará paso a la posibilidad del estudio real que nos conducirá al diagnóstico definitivo sobre los daños causados sobre la estructura. Sólo un estudio detallado del estado estructural de la piedra nos permitirá planificar los trabajos de consolidación y restauración, antes de atacar definitivamente la nueva estructura de soporte y colocación de la cubierta.
Aspecto de Notre Dame tras su incendio. Fuente: Getty Images / Chesnot
Inicialmente se habían previsto hasta 15 años para la reconstrucción, pero las presiones del presidente de la república exigieron acortarlas hasta 5 años, tiempo muy ajustado al parecer de la mayoría de especialistas. Reabrir la catedral al culto sólo en la nave principal podría ser posible, pero no en su conjunto.
Aunque la cuestión estética, una vez más ha suscitado el debate: ¿Se ha de reconstruir tal como era antes del incendio, o bien se ha de introducir algún “gesto arquitectónico moderno”?
En este sentido, ¿cómo afectará a la transformación histórica del paisaje parisino?
El conocido arquitecto Jean Nouvel, opina: “ podemos afirmar que Notre-Dame se ha visto afectada por la importante transformación que ,durante el siglo XIX, sufrió su entorno, en parte por el mismo Viollet-le-Duc”
Aunque tengamos mucho miedo, la catedral no se ha destruido, e incluso en el siglo XII, en sus inicios, ya sufrió algún incendio mientras se cubria.
Dominique Alba, directora de la agencia de urbanismo de París, nos dice: ” La basílica de Saint Denis y Notre-dame son Hermanas, en la reflexión sobre el Gran París, presentando ambos problemas con sus “flechas”. El incendio de Notre-Dame vuelve a colocar a las catedrales en el primer plano, lo cual no deja de ser un regalo al inicio del siglo XXI”
Ya Victor Hugo, en su tiempo, fustigó a los restauradores como “especuladores innobles”.Se mostró airado con los restauradores neoclásicos, preocupados por borrar las trazas del tiempo sobre los viejos edificios medievales, pintándolos con una pintura de cal que, los convertía en blancos, algo impensable para el autor de la novela Notre-Dame de París. Una catedral era “como un viejo roble, mordido picado y roto por las orugas”.
Notre Dame en 1845. Fuente: Stock Montage - Getty
Entre las cosas que Victor Hugo deplora está la arquitectura neoclásica y la manía de los que la mantienen de embadurnar con una lechada de cal de color crema que los recubría interior y exteriormente. Se tenía la idea de que era más limpio, ya no tenían el aspecto sucio y ennegrecido.Todo era claro.Victor Hugo prefería las trazas del tiempo.
"Tempus edax, homo edacior", decía,”el tiempo es ciego, el hombre estupido”.El gusto de su época lo encontraba execrable, y aquello que hacían los arquitectes, irreversible.
Sin duda todavía hoy en día Notre Dame de Paris continúa siendo un sublime y majestuoso edificio. Pero envejeciendo, por muy bien que se haya conservado, es difícil no suspirar, de no indignarse ante las degradaciones, las innumerables mutilaciones que simultáneamente el tiempo y la mano del hombre han perpetrado sobre el venerable edificio, sin respeto por Carlomagno, quien pusiera la primera piedra, ni por Phillippe-Auguste que había puesto la última.
En la superficie de esta vieja reina de nuestras catedrales, al lado de una arruga, encontramos una cicatriz.
Si nos entretuviéramos en examinar una a una las trazas de la destrucción impresas sobre la Antigua Iglesia, las provocadas por el paso del tiempo serían menores, comparadas con las peores provocadas por los Hombres, sobre todo por los artistas. Y digo bien artistas, dado que ha habido individuos que se han convertido en arquitectos durante los dos últimos siglos.
Fuente: gallica.bnf.fr / Bibliothèque nationale de France
Fuente imagen principal: Maxppp - Cristophe Petit