«Luego dijeron: Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la Tierra» (Génesis, 11:4)
Algunas representaciones históricas de la Torre de Babel como la famosa de (1563). Pieter Bruegel el Viejo.
Ya, en el Génesis, se relata el mito de la torre de Babel. Construir una torre que llegue hasta el cielo, ha sido una meta inalcanzada por la humanidad. El reto, sin embargo, siempre ha estado presente en todas las civilizaciones.
Si la torre Eiffel resume cómo durante el siglo XIX la tecnología de la construcción logró tal portento -una torre de “3oo metros de altura” según reza su título original-, superarlo sólo debería ser cuestión de tiempo. Pocas cosas incitan más al hombre que sobrepasar lo que otros ya habían logrado antes.
El crack del 29 -el hundimiento de la bolsa- después de una década de bonanza económica conocida como “los felices 20” sumió a los USA en un estado de profunda depresión. Son conocidas a través del cine las historias de la “ley Seca”, y cómo Chicago tomó el relevo de la Ciudad-Imperio: New-York. ¿Cómo recuperar su orgullo?¿Cómo devolver su primacía?
La respuesta nos la da la psicología social: superando con una construcción singular la máxima altura construida hasta entonces, y demostrando al mundo entero que New-York no sólo no estaba acabada, sino que seguía siendo la capital del mundo… ¿Por delante de París? Uno de sus más preciados monumentos, uno de los más queridos y representativos, es y seguirá siendo la estatua de la Libertad, que simboliza como pocos la esencia de aquello que D.W Griffith nos relató de forma épica en su imprescindible The Birth of a Nation. Pero recordemos que la estatua de la Libertad, uno de los tres principios del republicanismo, fue un regalo de Francia, cuna de la revolución, a los Estados Unidos para celebrar su centenario, cuya estructura, metálica era obra de Eiffel ¿quién si no?
Estructura interior metálica de la estatua de la Libertad de Eiffel. Fuente: estatuadelalibertad.info
En 1871 Chicago sufrió un devastador incendio que afectó primero a su poderoso barrio financiero (Downtown), esparciendo por la ciudad las llamas y la destrucción. El sistema de construcción del balloon-frame, típico de las casas que todos hemos visto en las películas del oeste, se basa en la madera como material principal. Este sistema, altamente inflamable, favoreció que grandes barrios de Chicago, pasto de las llamas, desaparecieran rápidamente.
Fotografía del Grand Pacific Hotel totalmente destruido por el incendio y de Chicago sumida en llamas. Fuente: Wikipedia
Según el principio de la resiliencia urbana, hoy tan en boga, de inmediato se empezó con la reconstrucción de la ciudad, pero con una condición estricta: "prohibido usar madera".
La revolución industrial permitió el gran desarrollo de la electricidad, y algunas de sus aplicaciones, como la que inventó Elisha Graves Otis -el ascensor- cambiaron para siempre las costumbres de la construcción. La construcción en altura, con esqueleto metálico, y fachadas acristaladas usando el estilo neoclásico, permitió a Chicago inaugurar un nuevo modelo de edificios modernos, que a partir de entonces se conocerían como “Sky-crapers”, los rascacielos; ¿el sueño del Génesis hecho realidad?
Estructura de Balloon Frame con esqueleto de madera. Fuente: Wikimedia Commons
Louis Sullivan y Le Baron, formado en París en l’École Centrale des Arts et Manufactures entre el 1853 y el 1856, representan los máximos exponentes de la nueva construcción; y el Home Insurance Building, inaugurado en 1884, es el edificio considerado como el primer rascacielos por los arquitectos a causa de su innovadora estructura metálica.
El Home Insurance Building -considerado por muchos el primer rascacielos de la historia-, el Chicago Building y el Carson, Pirie, Scott and Co. Building, ejemplares de la escuela de Chicago (1885). Fuente: Wikipedia
También New York se apuntó a la moda de los rascacielos, pero, a diferencia de los de la escuela de Chicago, eran torres más esbeltas y carentes de su elegancia.
En Chicago la proliferación de edificios en altura en el nuevo downtwon, con un gran consumo de carbón, creando una atmosfera irrespirable, dominando sobre propiedades privadas e iglesias, creó una fuerte oposición.
La competición de New-York y Chicago por ver quien erigía el edificio más alto cesó cuando el consejo municipal de Chicago prohibió la construcción de edificios que superaran los 150 pies de altura (46 m). A partir de entonces, aunque Chicago era la segunda ciudad con más sedes empresariales por detrás de New-York, ésta última se convirtió en la nueva ciudad de los rascacielos. En 1963, sin embargo, Mies Van der Rohe y Fazlur Khan -ingeniero del S.O.M- le devolvieron la nuevamente la primacía a Chicago.
Cuando se produjo la gran crisis financiera del 29, el “Estado-Imperio” -la ciudad de New-York- pensó que construyendo el rascacielos más alto jamás erigido podría devolver a su deprimida ciudad la delantera mundial en edificios en altura.
Así empieza, en la Gran Depresión, la historia del Empire-State Building. (Continuará)