Abordar todos los elementos 'smart' que contribuyen a garantizar (y mejorar) la seguridad ciudadana no es empresa fácil. No obstante sí podemos divisar filones importantes que están estrechamente relacionados con la tecnología más puntera, que contribuyen de una forma transversal a optimizar recursos y, a la postre, sumar puntos en términos de bienestar y seguridad ciudadana. En este artículo nos detenemos en la sensórica para ver qué impacto, aplicaciones y posibilidades puede tener en dos de las áreas de gestión con más peso de una 'smart city': la hidráulica y la energética.
Empezando por la
sensórica aplicada en los entornos urbanos, claramente un filón tecnológico que se traduce en optimización de recursos con la conectividad. Gracias a la
sensórica, podemos determinar cuándo, dónde y en qué áreas urbanas podemos
ahorrar recursos, es decir, ajustarnos a un correcto uso mediante control, detección y manejo de los sensores. Su aplicación y eficacia la hemos visto en muchas ocasiones. Sin ir más lejos, en nuestra reciente
Masterclass de la gestión del agua por parte de la empresa Aigües de Barcelona, entendimos cómo la sensórica podía determinar patrones de comportamiento para la detección de anomalías en la gestión del agua tales como fugas. O incluso al revés: también podía determinar, por ejemplo, acciones tan sensatas como que no se regara en un parque durante un día en el que hubiera llovido.
Sensórica 'smart': el control radar que evita que pagues la multa
Multa en términos de recursos, que al final son económicos, claro. Hemos visto en innumerables ocasiones cómo la sensórica puede sumar de forma directa e indirecta a la
seguridad ciudadana. La sensórica, en realidad, es aplicable a cualquier área de gestión de una ciudad: la hidráulica, la energética, el transporte, los residuos, y un largo etcétera. Para ser conscientes del papel que juega hay que hablar de cifras, y en cuanto al
área de gestión de agua, son llamativas: las grandes urbes desperdician hasta el 50% del agua. Un derroche; también de dinero. Como soluciones 'smart' existe la telelectura (lectura de contadores de agua), otro concepto intrínseco a la sensórica. Llevado a la práctica, a la materialización del concepto, es oportuno
hablar de aplicaciones como, por ejemplo,
Puntos BatecZs. En este caso, la app juega con la sensórica del propio móvil para detectar cuando un operario tiene un accidente. De esta manera, el móvil alerta del accidente al centro de control y puede enviar a alguien de inmediato para ayudar al operario afectado. Decir que la sensórica puede salvar vidas no es aventurado, es la realidad. Multiplica la
seguridad ciudadana.
Medidores 'smart', gasto energético en tiempo real
Sobre el control recae la mayoría de acciones inteligentes, por lo que hablar de la
IMA (Infraestructura de Medición Avanzada), es hablar de sensórica y a la vez de una óptima gestión energética. La toma de decisiones coherentes que se derivan de la medición, recolecta y análisis de datos para el uso de la energía en las ciudades es nuevamente lo que condicionará la optimización de los recursos y, a la larga, un mayor bienestar para el ciudadano.
A día de hoy, algunas ciudades plantean incorporar
sensores de Unidad de Medición de Fase (PMU), un módulo de comunicación que facilita una comunicación bidireccional entre el consumidor y el proveedor. Así, para los proveedores de servicios públicos es más sencillo comprobar el estado del medidor antes de enviar un equipo de reparación en respuesta a una llamada del cliente. Realizar esas comprobaciones evitan, por ejemplo, el envío innecesario de personal al lugar del cliente. En el caso del consumidor, la sensórica puede proporcionar un alto grado de detalle en el uso de energía en tiempo real con el objetivo de que el cliente pueda entender mejor las dinámicas y, en cualquier caso, reajustar sus preferencias si lo desea.
Resumiendo: sensórica igual a mayor volumen de información. Mayor volumen de información igual a conciencia. Conciencia igual a toma de decisiones más precisas y acuradas.
Farolas inteligentes: no alumbrar a la nada
No hay nada más absurdo que ver calles intransitadas, pero alumbradas a altas horas de la noche. Incluso, a veces, seguramente habremos visto alguna farola encendida cuando todavía impera la luz del día. La sensórica aplicada a farolas pretende (y logra), cortar de raíz ese malgasto de energía. Algo tan simple como un sensor que mida la energía que se proporciona en función de la necesidad, puede suponer un auténtico ahorro energético.
El ejemplo claro lo veíamos recientemente en
proyectos como los que proponía el Ayuntamiento de Gijón. En este caso, la sustitución de 43.000 puntos de luz de la ciudad por un sistema de alumbrado 'smart' se traducirá en un ahorro del 75% de energía en los próximos 15 años. Una maniobra posible gracias a la
sensórica y, evidentemente, a un compromiso de la ciudad con el ciudadano enfocado a la sostenibilidad. Además del ahorro, si hablamos de
seguridad ciudadana, el papel de los sensores puede tener aplicaciones similares al de la gestión del agua: si hay cualquier fallo o alteración (se contempla también el robo del alumbrado), la reacción es inmediata y el margen de error o de fuga se reduce drásticamente.
Al final, todas estas aplicaciones se reducen a un común denominador: la seguridad ciudadana, extensible a una idea más transversal, que será el bienestar del ciudadano. En términos de gestión, el primer beneficiado es el continente, o sea, la ciudad. Pero a la larga, todas estas buenas prácticas, se verán repercutidas en el contenido. Porque sin ciudadanos tendríamos una ciudad fantasma, y no una 'smart' city.